Yo soy una tipa con la vida más simple que alguien pueda tener sin morirse.
No me siento realizada, no he cumplido ni uno de mis sueños, soy toda inseguridades y frustraciones y no cuento con ninguna experiencia vital reseñable más allá de haber conocido al Fary en persona.
Bueno, sí. También está aquella vez que, yendo por la calle, me di cuenta de que delante de mí caminaba el famoso mentalista Anthony Blake, pensé “a ver si se gira y le veo bien la cara”… ¡y se giró y me sonrió! Eso moló mil, lo reconozco.
Pero poca cosa más.
Iba a decir que tampoco he viajado mucho, ¡pero es que ni siquiera he cogido jamás un avión! Es que pesan un montón (ja ja ja, qué gracia tengo 😅).
A lo que voy: que mi vida es muy ordinaria. Por eso me sorprendo cuando me dicen tan a menudo aquello de “lo que no te pase a ti…”
A mí no me pasa nada que no le pase o pudiera pasarle a todo el mundo cada día, pero sucede que, para compensar tanta mediocridad, yo tengo un don: sé ver lo extraordinario en lo ordinario.
Por ese don mío, me gusta recrearme en los pequeños milagros y maravillas que habitan lo cotidiano, descubro historias increíbles en la gente corriente que quiera darme conversación y también observo y hago mía la realidad, para reírme de ella cuando me duele.
Así es como, teniendo una vida tan ordinaria que podría decirse que es extra ordinaria (escrito separado), puedo contar lo extraordinaria (escrito todo junto) que es.
Espero no haberte provocado un esguince de cerebro con este juego de palabras estúpido. ¡Maldita querencia por los juegos de palabras estúpidos que tengo!
También gracias a mi don, he aprendido alquimia y ahora sé que un contratiempo no es más que la oportunidad de convertir un mal rato, que dura poco y sólo me afecta a mí, en una anécdota con la que reírme yo, hacer reír a otros y que me dure muchos años.
Y resulta que tengo un montón de amigos fantásticos que, además de reírse conmigo (nunca de mí) y con las chorradas como panes que escribo en mi perfil de Facebook, me animan siempre a que relate mis aventurillas costumbristas en un libro, blog o donde sea que puedan llegar a más gente.
Sé que todas las cosas bonitas que esos amigos dicen de mí y de mis chorrinatis (así me gusta llamar a mis desvaríos), las dicen sinceramente, aunque también he creído siempre que el afecto que me tienen les nubla la razón y el criterio.
Pero el caso es que he decidido creerles un poquito por una vez y aquí estoy, deseando que tú también me leas y te rías o te emociones con mis desahogos y reflexiones sobre las cosas más cotidianas.
Y sería genial decirte que lo deseo porque amo escribir y comunicar, porque quiero arrancar sonrisas a la gente, porque deseo abrir mi corazón y compartirlo con el mundo… que bueno, que eso también es verdad; pero vayamos al turrón: que yo lo que quiero es que empiece a seguirme un montón de gente para petarlo y poder cambiar mi vida.
A ese nivel estoy flipando.
Así que, tú que me estás leyendo enróllate y haz algo (extra) ordinario: suscríbete, dale al «me gusta», comparte, comenta (aunque sea «amén»), sígueme y ve contando por ahí que Nati Aranda mola hasta Angola.
Sí, ya, qué feo. Pero yo no te miento, como hacen los políticos… y bien que vas tú y les votas.