
En el parque.
—Axel, cariñín, nos tenemos que ir ya a casa.
—¡Noooo! ¡Quiero quedarme un ratito más!
—Ya, amor; pero es que eso me lo has dicho hace mucho rato y nos hemos quedado, ¿verdad? Pero ahora sí que nos tenemos que ir ya.
—¡Noooo!
—Sí, peque. Tenemos que cenar y ducharnos.
—Pero es que yo quería quedarme —dice, haciendo pucheritos.
Entonces, yo me agacho y le hablo bajito:
—Mira, Axel, es que tengo un problema…
—¿Qué?
—Pues que me meo.
Risas de Axel. Yo sigo hablando.
—Hace mucho rato que me estoy haciendo pis y ya no me aguanto. Nos tenemos que ir YA.
—Es que no quiero…
—Vale, pues yo no me puedo aguantar más. Tendré que bajarme los pantalones y hacer pipí aquí, delante de todos tus amigos.
Axel se medio ríe, pero también parece inquieto: supongo que se está preguntando si realmente seré capaz de hacer eso.
—No, mama, no hagas pipí aquí.
—Pues venga, di adiós a todos, que nos tenemos que ir ya.
—¡Noooo!
—¡En fin! —me echo mano al botón de los pantalones y empiezo a ponerme en cuclillas— Aquí mismo me parece que está bien…
—¡No, no, no! ¡Nos vamos, mama, nos vamos!
Moraleja: no amenacéis a los niños con gritos y castigos cuando los podéis amenazar con avergonzarlos.
P.D. Seguidme para más consejos educativos.