Estoy sentada en un banco de la estación, esperando el tren, y un abuelo se sienta a mi lado, en el único hueco libre que queda.
Percibo que gesticula, dirijo la vista hacia donde mira él y veo a su señora andar hacia el banco de al lado del nuestro.
Él le está señalando un espacio libre que hay ahí, para que se siente.
Me ofrezco a cambiarle el sitio a la doña para que puedan sentarse juntos y el señor me dice que no, que le gusta ver a su mujer de lejos.
Me río por lo que entiendo que es un chiste tópico sobre el matrimonio y le digo que muy mal, hombre, que más vale que ella no le oiga.
Entonces, él abre mucho los ojos y me saca de mi error, porque le he interpretado mal:
-Llevamos 60 años juntos -me cuenta-, la veo cada día de cerca y de vez en cuando me gusta verla un poco más de lejos. La miro desde esta distancia, ahí sentadita, y pienso ¡qué guapa es!
Y yo aprendo que los grandes gestos de amor no tienen por qué ser exhibiciones, espectacularidad, pasión… no, amigos.
Amor es que alguien, después de 60 años viéndote cada día (más o menos arreglada, radiante u ojerosa, bien peinada o acabada de levantar), se deleite en verte desde múltiples perspectivas.
De lejos, por ejemplo.

*Esta anécdota sucedió, y al momento la relaté en mi perfil de Facebook, el 21 de enero de 2016. La recupero ahora por la cercanía de San Valentín (llamadme oportunista) y para que quede recogida en este blog que pretende ser una colección de historias cotidianas, ordinarias… y extraordinarias. Mucho amor para todos y todas.
**Si odias San Valentín, estás resentido/a por amor, ansías venganza o simplemente quieres reírte un poco, no lo dudes y lee la entrada especial con motivo de San Valentín Canciones de mucho rencor y odio (pero simpáticas) para dedicar a tu ex
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