De mi madre, una bici y un caballo que nunca fue


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Foto de Adrià Cabo

De pequeña solía fantasear con la idea de tener un caballo, así que a menudo rodeaba el manillar de mi bicicleta con una comba de saltar que sujetaba con una mano y de la que tiraba, a modo de riendas.

Un día, llamé la atención de mi madre para que me mirase hacerlo y le dije que así me imaginaba que iba a caballo.

Y mi madre, que siempre ha tenido mucho arte para lidiar con los caprichos infantiles, me contestó «sí, y si tuvieras un caballo le pondrías manillares en la cabeza para imaginarte que vas en bicicleta».

Me dio pena pensar que su respuesta auguraba que nunca me comprarían un caballo (por otra parte, yo ya entendía que era complicado tener uno en un piso en Santa Coloma de Gramanet).

Pero también es verdad que, desde ese día, me sentí mucho más afortunada por tener una bici.

Gracias, mama.

sara fuego salvaje
¿Qué niña de los 80 no quiso ser la princesa Sara para cabalgar sobre Fuego Salvaje?

6 comentarios sobre “De mi madre, una bici y un caballo que nunca fue

    1. Qué comprensiva… yo estaba convencida de que si no me dejaban tener ni caballo ni tigre (es que también me dio por querer un tigre durante mucho tiempo) era por pusilánimes y porque se rendían ante el primer obstáculo. Total, ¡si teníamos una terraza espaciosa y yo me comprometí a sacarles a pasear frecuentemente! No querían y punto. 😜

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    1. Vaya, ahora me explico algunos accidentes, pese a lo bien que montaba yo en bici y lo cuidadosa que era… Mi pobre bicicleta, descendiente de los salvajes y libres ciclópodos, reducida a casi un juguete infantil y ridiculizada con una cestita en su manillar y, durante un tiempo, ruedines. Normal que a veces le saliera el genio y me lanzara de bruces. Para colmo, la falta de respeto por mi parte de imaginar que era un caballo, como quien hace el amor con alguien pensando en otro… Qué atacada en su dignidad debió de sentirse a veces.

      Pero también quiero pensar que, en general, fue feliz a mi lado y supo que yo la adoraba, que me sentía la reina del mundo paseando sobre ella y que no había otra más bonita para mí; pues la quise antes de tenerla y aguardé impaciente a que un año los reyes magos se decidieran a traérmela y me hicieran la niña más feliz del mundo.

      Gracias por comentar, un abrazo

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